El museo u-tópico: aportes para el debate

Lo u-tópico es siempre irreal para un presente concreto, pero lleva en su interior indicaciones que señalan un camino. Quizás la definición de museo propuesta en este artículo sea u-tópica en el sentido de “fuera de lugar”, inesperada o hasta incómoda según los criterios vigentes del statu quo museal, pero tal vez, el museo u-tópico de hoy, pueda ser el museo real de mañana. El presente artículo fue presentado en el “Seminario Internacional de Museología y Workshop” organizado por la UNIRIO, Brasil, en marzo del corriente año.

1. Introducción

A comienzos de 2019, la emoción que tuve ante el anuncio oficial de renovar la definición de museo y la posibilidad de participar personalmente fue tan grande como la decepción sufrida al leer la propuesta concreta que debía votarse. Los esfuerzos locales, regionales e internacionales en torno a diagnosticar las necesidades del presente y estructurar posibles definiciones, no parecieron reflejarse en la propuesta final presentada por la Junta del ICOM en el Encuentro de Kyoto.

Los aspectos a reflexionar ante lo ocurrido pueden ser varios, pero quiero detenerme en el presente documento sólo en tres: la definición que propuse personalmente y su justificación, algunas respuestas dadas a la Encuesta realizada por el ICOFOM respecto de la renovación de la definición de museo, y algunas ideas específicas en torno a la propia Museología.

He tratado estos tres tópicos separadamente en diversos lugares, pero deseo reunirlos aquí con el fin de compartirlos para ser interpretados desde un mismo ángulo: atender a una realidad que nos cuestiona pidiendo “renovación” y la necesidad de responder de tal manera que no se pretenda complacer ni a todos, ni a unos pocos (influyentes), sino discernir los criterios y la pertinencia de las exigencias de la realidad y de las posibles respuestas que podrían darse. En la Reflexión final, más allá de respuestas concretas, propongo considerar el lugar y el modo que creo necesarios para llegar a una buena definición de museo.

2. Renovar la definición de museo[1]

Vale la pena recordar que la actual iniciativa de investigar y diagnosticar sobre la posibilidad de renovar la definición de museo por parte del ICOM comenzó en 2017 cuando se conformó para tal fin el MDPP, comité permanente sobre la Definición de Museo, Perspectivas y Posibilidades (Comité que tomó la posta de trabajos anteriores realizados desde 2003). Dicho Comité entregó en diciembre de 2018 el Informe correspondiente a su trabajo, el cual constituye la base que el ICOM puso a disposición de todos, desde enero de 2019, para repensar y participar en este proceso que concluiría en la votación de septiembre en Kioto. Como todos sabemos, finalmente la definición no se renovó y entramos en un tiempo de revisión y reflexión.

El Informe del MDPP recorre diversos temas como: la importancia de la definición de museo como pilar del ICOM;  Valores y objetivos; Tendencias mundiales y su reflejo en los museos; Epistemologías, visiones del mundo y tipologías de museo; Poder, ética y derechos culturales; Democracias culturales y participación cultural. A pesar de que los temas son sumamente amplios y complejos, dicho Informe presenta un material significativo y un diagnóstico general sumamente interesantes, dejando una gran puerta abierta para múltiples posibilidades, incluso una cuasi refundación de nuestra institución que, si bien heredera y continuadora de la anterior, pueda responder a las necesidades presentes y futuras de nuestro siglo XXI. También incluye una serie de parámetros para orientar el aporte de quienes quisieran participar con su propia definición. Personalmente me aboqué a redactar una propuesta y la envié.

Para llegar a esa propuesta personal fui respondiéndome las siguientes preguntas:

¿Por más que el Informe indique que es necesaria una renovación de la definición de museo, personalmente y por experiencia propia, considero lo mismo? La respuesta es: sí rotundamente. Personalmente me preocupa desentrañar lo propio del museo desde mis años como estudiante universitario de museología, hace ya más de veinte años, tiempo desde el cual vengo trabajando el tema de diversos modos y en distintas ocasiones. Este artículo, en el marco de la invitación del ICOM y de la 25ª Conferencia General, es un intento más por explicitar lo que creo sería un aporte de los museos como ejes culturales en vistas a trabajar el futuro de nuestras tradiciones.

¿Comparto el abanico de necesidades y desafíos, antiguos y nuevos, que el Informe presenta como escenario para el hombre del siglo XXI? La respuesta también es sí, desde los campos en que me desempeño (la museología, la restauración, la filosofía y la educación docente superior) comparto en líneas generales el escenario descripto. Al mismo tiempo veo un peligro: dicho escenario es tan amplio que, si no tenemos una cierta concepción crítica de lo que es un museo, corremos el riesgo de “diluirlo”, desaprovechando este kairós (momento oportuno) que nos toca vivir, perdiendo la oportunidad de actualizar el fecundo lugar social de nuestra institución.

¿Podemos acordar, de un modo crítico, lo que es un museo? Aunque no sea fácil creo que sí, de hecho son meritorios los esfuerzos teóricos que desde comienzos del siglo XX reflexionan sobre el museo, especialmente en la segunda mitad del siglo y más específicamente desde la creación del ICOFOM (1977), Comité dedicado particularmente a reflexionar sobre la teoría museológica. De este modo se ha podido llegar a concretar cierto consenso global, alcanzando importantes logros, no sólo al acordar desde hace décadas una definición válida de museo (hoy desactualizada), sino también Conceptos claves de museología (Desvalées & Mairesse, 2010) y la creación de un corpus teórico amplio que, si bien incipiente, es el fundamento de nuestra joven disciplina: la Museología.[2]

¿Puede haber algo esencial en el museo que la nueva definición debería mantener? Para responder esta pregunta debí introducirme en el campo filosófico, ya que si bien todos sabemos qué es un museo y manejamos desde hace décadas una definición, resulta que a la hora de concentrarnos en su esencia, para adaptarla al escenario del siglo XXI, ella se nos escapa…, y la razón de esto, desde el punto de vista filosófico, es simple: no existen “esencias absolutas”. Desde finales del siglo XIX y sobre todo en el siglo XX, se dio en muy diferentes ámbitos de la realidad, un proceso de radical revisión de las tradiciones y herencias recibidas, lo cual evidenció cada vez con mayor consenso que no hay “esencias metafísicas”, es decir, que no podemos conocer “verdades en sí”, que la realidad no es “algo” que exista a modo de substrato ontológico, objetivo y absoluto que nos dice lo que son y no son las cosas… Nos guste o no, todo lo que “conocemos” de la realidad es en última instancia interpretación, no podemos conocerla en sí misma… Nombro sólo algunos pensadores representativos de lo que digo: Nietzche, Heidegger, Gadamer, Habermas, Kuhn, Foucoult y Derridá. Compartiendo esa postura creo que todo es proceso, devenir, desarrollo… e interpretación, por lo que jamás hallaremos la esencia del museo. Pero, por otro lado, aceptando esa condición, creo que sí es posible llegar a proponer y “definir” cosas de un modo válido, sabiendo siempre que son “interpretaciones relativas” (relacionadas) a nuestro contexto espacio-temporal, y que inexorablemente cambiarán. Pero repito, sí podemos llegar a definiciones válidas, que surjan del discernimiento compartido y la interpretación de cada presente concreto.

¿Cuáles creo que no serían finalidades principales del museo en torno a las cuales se estructuraría una nueva definición? Creo que no serían finalidades principales del museo el “exponer y divulgar el patrimonio” (a modo de trofeos incuestionables o de esencias absolutas), ni el “enseñar” (temáticas específicas de historia, ciencias naturales, etnografía, técnicas de producción, etc.), ni el “educar” (ciudadanos conscientes, responsables, inclusivos), tampoco el “conservar y restaurar” (los objetos originales del patrimonio), ni el “deleitar o recrear” (llenando tiempos de ocio del público). La razón de ello es simple: para todo eso ya existen instituciones específicas. El museo de hoy en día realiza todas esas actividades, convirtiéndose en general en una especie de “complemento o alternativa” a cada una de las instituciones que específicamente se dedican a esas funciones. Creo muy positivo que el museo participe de todas esas “actividades” y produzca esos “efectos”, pero desearía que pasaran a ser finalidades secundarias, que se realizan de un modo indirecto, secundario, casi como auxiliares de otra finalidad que para mí sería la que podría tener el museo del siglo XXI y que ninguna institución actual ofrece en torno al patrimonio.

¿Qué sería aquello que el museo podría ofrecer y ninguna institución actual ofrece en torno a nuestras tradiciones? El trabajar en la apropiación crítica del Patrimonio para tomar desde allí compromisos convenientes. Es decir, proponernos tomar una saludable distancia de nuestras herencias, y dependiendo del tipo de colecciones que el museo posea, ayudarnos a dialogar con ellas, conocerlas, aceptarlas, debatirlas, condenarlas, venerarlas, recrearlas, disfrutarlas, etc., provocándonos siempre desde allí a comprometernos y dar respuestas a nuestro presente concreto, enfrentando los pequeños y grandes desafíos del siglo XXI, cada vez con mayor consciencia de que por más pequeño que sea nuestro entorno local, siempre somos parte de un mismo proceso grupal y global, en el cual estamos inmersos y de algún modo siempre influimos, permaneciendo, cambiando, en un imprevisible devenir común.

Entendiendo entonces que el museo puede ayudarnos a acercarnos de otro modo a nuestros patrimonios, a nuestras tradiciones, y soñando con lo que desearía que fuera esta querida institución, hoy un museo u-tópico, propuse al ICOM la siguiente definición:

El museo es una institución destinada a la apropiación crítica del Patrimonio, creada y sostenida formalmente por un grupo humano que busca desarrollarse en la continua construcción del Bien Común. Es un lugar para el encuentro entre las generaciones presentes y sus diversas herencias, siempre en torno a la exposición pública de su acervo, enriquecida con diversas actividades complementarias. Es memoria activa que, en el ámbito de sus colecciones, busca interpretar y comprometerse con un crecimiento sostenible local y global, con el respeto a la diversidad cultural y con la interpelación de desigualdades sociales. Es la práctica más tradicional de la Museología, disciplina desde donde se disciernen y articulan sus funciones permanentes de investigación, conservación, exposición y participación colectiva.[3]

A continuación mencionaré, lo más brevemente posible, algunas ideas que acompañan la correcta interpretación de la definición enunciada y algunas consecuencias posibles:

a) Lo propio y distintivo de toda actividad del museo creo que debería ser: proponer una “apropiación crítica del patrimonio en vistas a compromisos convenientes”, que no es lo mismo que difundir el patrimonio (al modo de la propaganda -lo que debe propagarse-, o de la educación -lo que debe enseñarse). Con el término apropiación crítica hago referencia a un proceso que involucra lo afectivo-emocional (apropiación) y la reflexión racional-ética (crítica), de modo que la exposición del acervo (y las eventuales actividades complementarias) permitan al individuo conocer (interpretar) su patrimonio, aceptar con gusto o dolor lo heredado y decidir libremente comprometerse (desde su particular conciencia de grupo) con los desafíos presentes y futuros, locales y globales.

b) Más allá de valoraciones positivas o negativas respecto de lo heredado, creo que el museo debe siempre conservarlo, porque de diversos modos ese patrimonio ha sido factor (hacedor) de lo que somos, y es el material sobre el cual debemos realizar la experiencia de apropiación crítica personal y grupal. Allí radicaría, a mi entender, lo propio de la contribución del museo al continuo proceso de devenir, de permanecer y cambiar, de construir el Bien Común. Desde el presente y hacia el futuro, el museo debe proponernos tomar distancia y cuestionar nuestras herencias, quizás acostumbrarnos a “deconstruirlas” en el más filosófico sentido del término (siguiendo a Heidegger y Derridá), es decir, desmontarlas desde adentro para detectar jerarquías injustas, silencios tendenciosos, técnicas de desarrollo insostenibles y todo lo “otro” que no aparece a simple vista. Pero insisto, esta propuesta de interpretar críticamente nuestros patrimonios, no debe eliminar la parte afectiva y efectiva de su conservación, apuntando siempre a producir experiencias enriquecedoras, que fortalezcan e inspiren compromisos convenientes, personales y grupales (haciendo honor a la etimología de museo, invocando la inspiración de las musas hijas de la Memoria y Zeus).

c) Por “grupo humano” entiendo cualquier tipo de comunidad organizada que decide incluir en su vida esta institución, decisión que debe estar acompañada de la responsabilidad formal de sostenerla, previendo y proveyendo los recursos necesarios para su funcionamiento. El término “grupo” es amplio y abierto, siendo las dos formas más comunes (pero no las únicas) las que coinciden con límites formales políticos administrativos (municipio, provincia, nación) y las institucionales (clubes, colegios, religiones, ONGs, empresas, Organismos internacionales, etc.).

d) La “exposición” del museo no es una función al mismo nivel que la investigación o la conservación, porque es el eje central empírico de la vida del museo, es el lugar (físico y conceptual) de encuentro entre las personas y sus herencias. El hecho de “producir una exposición” implica siempre utilizar “objetos” (en el sentido más amplio: originales o sustitutos, analógicos o digitales, propios, prestados, inventados performativamente para representar lo patrimonial, etc.), lo cual merece una especial atención a la hora de trabajar la “apropiación crítica”: porque por un lado y de hecho es muy fácil “armar una exposición” (mal por supuesto), por otro, porque es fundamental entender que en dicho proceso intervienen distintos niveles de significación y valores que subyacen en la información que manejamos. Rápidamente explico solo tres de esos niveles: los “objetos” de la exposición testimonian significados y valores de quienes en el pasado los produjeron  (1º nivel), “pero” dichos conocimientos nos llegan desde las investigaciones realizadas por sus respectivas ciencias o disciplinas de base (historia, etnografía, arte, arqueología, botánica, etc.), que sabemos (desde Popper, Kuhn y otros epistemólogos) que producen sus conocimientos siempre desde paradigmas relativos, es decir, al interior de sus propios modos de significar y valorar (2º nivel). El tema se complica aún más al tomar conciencia de que la misma producción de cualquier exposición implica a su vez la toma de decisiones a partir de significados y valores particulares de quienes arman la exposición (3º nivel). Por lo que, frente a cualquier muestra patrimonial, nos enfrentamos por lo menos a tres niveles distintos de construcción e interpretación de sentidos, lo cual será siempre un problema si no lo encaramos seriamente desde la “Museología” como disciplina crítica, tratando el tema “explícitamente” y realizando un trabajo colaborativo entre profesionales de las disciplinas de base y la comunidad o constituyentes involucrados.

e) Entiendo a la Museología como la disciplina teórica que investiga la relación específica Hombre-Patrimonio en vistas a su apropiación crítica dentro de los procesos del devenir local y global. Produce conocimientos que pueden aplicarse tanto en el ámbito abstracto del entendimiento (ej.: programas académicos, criterios ético-epistemológicos, tesis -como la que puede encontrarse en esta misma página: La proporción áurea en San Ignacio Miní-, etc.), como aplicarse en el ámbito empírico de lo social (museos, temáticas para talleres, debates, páginas web, programas de radio, intervenciones artísticas urbanas, guiones para centros de interpretación, etc.). En el ámbito museológico está claro desde hace décadas que el “museo” es una sola de las múltiples formas posibles de llevar a la práctica los conocimientos producidos por la museología como disciplina teórica. Epistemológicamente es evidente, pero lamentablemente no lo es en la práctica, y entiendo que se debe a dos motivos principales: uno es el enorme peso de una tradición de museos que se reproduce igual desde hace siglos de forma empírica y a-crítica; el segundo es claramente un tema de “conveniencias” personales e institucionales, es decir, por la existencia de intereses creados, por un statu quo al que no le conviene el cambio. Entiendo que el ICOM juega y jugará un papel decisivo a la hora de revisar qué posición ocupa la “Museología” como fundamento y guía de la actividad de los museos y de su propia organización interna.

f) La apropiación crítica es un proceso que debe aplicarse tanto al patrimonio legalmente declarado por la autoridad correspondiente, como así también a toda herencia o tradición que el grupo en cuestión considere como tal, y en ambos casos descarto absolutamente toda visión ingenua del patrimonio, en el cual como ya vimos, siempre subyacen significados y valores que no tienen por qué ser eternos ni éticamente aceptables en distintas épocas y lugares.[4]

g) Hay muchos tipos de exposiciones, y muy buenas, pero creo que no serían propiamente “museológicas” aquellas exposiciones que sólo transmiten conocimientos heredados, o transfieren resultados de investigaciones científicas, o buscan el deleite estético, la recreación anímica o la promoción turística, sin provocar de algún modo cuestionamientos y compromisos.

h) Por “memoria activa” entiendo gestionar el pasado (apropiárnoslo críticamente) en vistas a compromisos convenientes para el presente y el futuro. Comparto plenamente lo dicho en el Informe del MDPP sobre los compromisos que debe asumir el museo del siglo XXI, especialmente los referidos al desarrollo sostenible, la diversidad cultural y las desigualdades sociales. Y si tenemos en cuenta lo dicho hasta aquí (especialmente que la finalidad del museo es trabajar por la apropiación crítica de lo heredado y provocar compromisos convenientes), quizás veamos la necesidad de una nueva clasificación de tipologías de museos, sin eliminar las existentes, pero agrupándolas en supra-categorías que señalen los diferentes ámbitos de compromiso a la hora de someter el patrimonio a la crítica museológica. Quizás basten sólo tres: museos de técnicas (compromisos con el desarrollo sostenible), museos de identidad (compromisos con la diversidad cultural), museos de acontecimientos históricos (compromisos con las desigualdades sociales).

i) Otra instancia de compromiso más general, surgido de la renovación de la definición de museo y siguiendo el Informe del MDPP, debería contemplar propuestas de restitución de piezas originales a sus lugares de origen; así como el corregir y sanar de algún modo todo agravio histórico.

j) Un museo que trabaja y se compromete con el pasado y el futuro de la tradición ya no recibiría “visitantes”, en cuanto ajenos o extraños; recibiría a los propios, vecinos o constituyentes; y no sólo recibiría, sino también “saldría en busca de” (militancia). También relacionado con lo anterior, quizás convenga evitar hablar con sustantivos colectivos como “audiencia” y “público”, ya que se identifica a la institución con algún tipo de espectáculo (mucho menos hablar de “clientes”, evitando terminologías que interpreten al museo desde categorías lógicas de economía de mercado).

Resumiendo, las tres ideas centrales que propongo son: 1) comprender que el museo que “sólo” conserva y transmite patrimonios ya no responde a las necesidades del siglo XXI; 2) incorporar formalmente un nuevo modo de tratar institucionalmente nuestros patrimonios, la apropiación crítica; y 3) ese nuevo modo de apropiarse críticamente de nuestras tradiciones tiene por finalidad el interpretarlas de modo que siempre, de algún modo, inspiren alternativas para los desafíos del siglo XXI, provocando la generación de compromisos personales y grupales para un auténtico desarrollo sostenible[5] y cultural[6], local y global.

Deseo terminar compartiendo una cita que para su época fue más que esclarecedora, y personalmente siempre me alentó y abrió caminos:

“Que el diálogo entre los museos y sus comunidades continúe cada vez más sensible y atento a las necesidades de una sociedad más abierta y pluralista, en la que los miembros de los distintos grupos étnicos, raciales, religiosos o sociales participen de modo autónomo en el desarrollo de su cultura tradicional. Y que el museo, como catalizador de los cambios sociales, ocupe el lugar que merece en los anales de la historia de la humanidad, como una de las más esclarecidas instituciones que haya alumbrado la inteligencia del hombre”. (Kinard, 1985, p.223)

3. Renovar el lugar del ICOFOM

A continuación presento algunas de las ideas respondidas en la Encuesta realizada por el ICOFOM respecto de la definición propuesta en Kyoto y del lugar que ICOM ha dado a dicho Comité.

A propósito de la definición actual (2007) ¿Cuál es el papel de la actual definición de museo del ICOM en el contexto en donde vive y trabaja?

La actual definición es un referente muy importante en el contexto donde vivo y trabajo; pero no sólo la definición en sí, sino también el papel del ICOM como institución señera. Personalmente en mi trabajo lo referencio constantemente y lo promociono como “voz autorizada y de peso”.

¿Cuál es su opinión sobre la nueva definición de museo propuesta por la Junta Ejecutiva del ICOM en julio de 2019?

Sinceramente me desconcertó…, para mal…, el proceso iniciado a comienzo de año me había parecido muy interesante y pertinente, pero al leer la propuesta final sentí una profunda decepción, porque:

  • No cumple con los “parámetros” que fueron indicados por los mismos organizadores.
  • Desconoce la lógica elemental y básica de una “definición”, en cuanto que debe enunciar las notas esenciales, mínimas, pero suficientes, para delimitar lo definido y distinguirlo de todo lo otro que no es lo definido. 
  • Su “contenido” (las “notas esenciales” que debería dejar bien en claro) es tan amplio y difuso que da cabida a cualquier tipo de actividad, institución o fenómeno.
  • Su “redacción”, larga y laxa, es inútil para un uso legal, incluso para un uso formal medianamente serio. Creo desacertado que tenga dos párrafos, debería tener uno sólo. En el caso de tener dos, debería ser como hizo el ICOFOM en el debate 2005 para la definición de museo de Calgary (en esa oportunidad se proponía una definición breve con fines legales y en un segundo párrafo su explicación museológica).

Si se aprobara de la manera en que está propuesta actualmente, ¿cuáles serían los posibles impactos de esta nueva definición de museo en el contexto donde vive y trabaja? Considere los impactos a corto y largo plazo, positivos o negativos.

Creo que muy probablemente ocurriría lo siguiente: simplemente no se entendería y al no entenderse, no se utilizaría. Consecuentemente, a corto plazo, continuaría utilizándose la definición tradicional y el ICOM PERDERÍA CREDIBILIDAD. A mediano y largo plazo creo que tendría consecuencias negativas graves, ya que generaría una mayor “dilución” de tres instancias distintas y en estrecha relación: 1-el museo en sí, 2-la profesión académica ligada a ella (el “museólogo”) y 3-el ICOFOM en cuanto Comité específico de “teoría museológica” dentro del ICOM (ya invisibilizado en la primera parte del actual proceso de actualización de la definición).

¿Siente que el texto propuesto representa su identidad como profesional o investigador del museo?

La definición propuesta no me representa como museólogo, es más, hace que me sienta absolutamente vulnerado (invisibilizado) en mi identidad como profesional de la museología. La definición propuesta “DILUYE” la profesión del museólogo, la institución misma del “museo” y al propio ICOFOM. Creo que la junta Ejecutiva del ICOM ha desoído una importante historia-proceso de desentrañamiento de “lo propio” del museo, de lo que nuestra institución puede ofrecer al desarrollo de la persona, a nivel individual como social, lo cual implica por supuesto cambios y aggiornamiento, pero arraigados a su “propiedad” (a lo que le es propio). Creo que con la definición propuesta se retrocede en vez de avanzar…

Por otro lado me inquieta también la “forma” de la pregunta misma (hecha por el propio ICOFOM), al referirse a la identidad del “profesional o investigador del museo”. Entiendo que entro en un tema escabroso pero me parece necesario plantearlo aquí. Creo que el “profesional del museo” es uno y específico: el “museólogo” (con formación académica específica, que incluye como paso previo, la formación de “museógrafo”), y que todo otro profesional que trabaja en el museo debe ser considerado en cuanto a su profesión de base, a su especificidad académica, ya que corresponde a otro campo epistemológico aunque trabaje en un museo, por ej. “restaurador» de museo, «docente» de museo, «arqueólogo» de museo, biólogo…, historiador…, artista…, etc.)

Sé que mi postura puede ser considerada “cerrada”, o “caprichosa”, “estrecha” o “no ajustada a la realidad que de hecho existe”, pero no encuentro ninguna justificación para no establecer la primacía de la profesión de «museólogo» en los museos, aunque sea como «principio» al que debe apuntarse. Los argumentos que he escuchado para no dar dicha primacía al museólogo caen siempre en un callado deseo de perpetuar una “tradición empírica” (en el peor de sus sentidos: conservar un statu quo no profesional) o por el contrario en una “vanguardia” posmoderna que licúa todo como simple reacción a lo pasado. No encuentro fundamentos “epistemológicos” para no reivindicar la profesión de “museólogo”, ni tampoco “deontológicos” (este término no referido a la “ética” de lo que debe o no debe hacer un profesional, sino en su significado etimológico más propio de: “lo que corresponde o no a un campo específico del saber, por derecho propio», y por consiguiente lo que al profesional de dicho campo incumbe, distinguiéndolo de otros profesionales y de sus respectivos campos de acción). Creo que es un tema que el ICOM y el ICOFOM, deben tratar explícitamente en algún momento (aunque incomode).

¿Qué valores lo representarían en una definición?

Hablar de “valores” me resulta difícil, pero quiero expresar que en la definición propuesta por la Junta del ICOM, presiento que se han “valorado” más los intereses particulares de sectores, personajes influyentes, o simplemente un statu quo, en detrimento de un proceso reflexivo, compartido y “epistemológicamente fundamentado”.

¿Ha participado en el proceso del ICOM para desarrollar una nueva definición de museo hasta este momento?

Participé activamente desde que se hizo pública la convocatoria en la página del ICOM: preparé mi propia propuesta de definición y la envié (es la nº 240, desde Argentina se enviaron sólo cuatro) y preparé una explicación de la misma que publiqué en la página web: http://www.patrimoniocentroaletheia.wordpress.com. También me comuniqué varias veces con Afsin Altayli para aclarar dudas de redacción en el informe del MDPP y otros motivos (con él descubrimos incluso el error de omisión que tiene la versión española de la definición de museo de 2007 -no aparece en ella la frase “y de su desarrollo”). También estuve en comunicación con referentes del ICOFOM como F. Mairesse y Anna Leshchenko, quienes tuvieron la delicadeza de prestarme atención siendo un desconocido. También escribí un documento para el encuentro de Kyoto (ICOFOM) donde, como tantas veces, intento reflexionar y avanzar en determinar lo propio del museo y su lugar en la sociedad.

Como miembro de ICOFOM, ¿cuál cree que debería ser el rol de este comité en los debates sobre la nueva definición del museo para el siglo XXI?

Creo que el ICOFOM debe coordinar y gestionar todo el proceso de revisión y estructuración de una nueva definición del museo, pero no a partir de la propuesta dada por la Junta Ejecutiva, sino absolutamente nueva. El rechazo de la definición propuesta por la Junta dejó claro que no era el Comité (MDPP) la instancia correcta para llevar a cabo la tarea. Entiendo que es el ICOFOM el Comité que por naturaleza y legitimidad institucional dentro del ICOM le compete llevar a buen término este proceso. Transcribo lo que expresé al nuevo Board:

“Mi profundo deseo: que puedan continuar avanzando en las distinciones y especificidades «epistemológicas» que hacen de nuestra disciplina una y distinta de otras; sabiendo que la «práctica museológica» necesita «criterios» para la acción (especialmente los museos, para que no se diluyan en acciones culturales que pueden ser realizadas por otras instancias). Dada la coyuntura histórica de este año, y después de Kyoto, creo que la revisión de la definición de museo es una «oportunidad privilegiada» para que el ICOFOM ocupe el lugar que hasta ahora no se le ha reconocido dentro del ICOM, ¡¡¡NO PUEDE SER UN COMITÉ MÁS ENTRE OTROS!!! y no se trata de soberbia, ni de ser mejor o peor, sino simple y claramente por el «ROL de fundamentación» que le compete! Tampoco se trata de «iluminar» a otros, sino de ejercer con responsabilidad el lugar que le toca y reflexionar con todos (pero con la autoridad legítima de su rol teórico) sobre el devenir del «fenómeno museo». Y creo que hay intereses y hegemonías que no entienden o no quieren entender esto… Lo veo casi como una batalla que ojalá este Equipo pueda encarar y llevar adelante con éxito. Un inmenso abrazo a cada uno!”

4. Renovar la Museología[7]

“Los museos de hoy buscan utilizar sus funciones específicas y su experticia para alcanzar un propósito más alto…” (Sandahl, 2019) palabras de la Presidenta del MDPP que me dan pie para comenzar. El Informe preparado por dicho Comité para pensar una nueva definición de museo, es claro al presentar la crisis actual global y la necesidad de “cambios” para estar a la altura de las circunstancias… ¿Serán suficientes para alcanzar ese propósito más alto, las funciones y los propósitos tradicionales? ¿Serán necesarios cambios en el propio estatuto epistemológico de nuestra disciplina? ¿Desde qué lugar se podría juzgar lo que conviene o no? Propongo hallar un lugar profundo, originario, donde poder renovar la Museología; lugar capaz de proyectarse en la multiplicidad de casos particulares, en los distintos tiempos y lugares, siendo plataforma firme de criterios (no recetas) para las múltiples formas de concretar la tarea museológica.

Parto de una simple pregunta: ¿qué necesidades buscó el Hombre satisfacer al crear museos a lo largo de su historia? Sabemos que muchas, dependiendo de las distintas épocas, por eso sus funciones fueron cambiando (Desvallées & Mairesse, 2010); pero insisto, ya que siguiendo nuestra propia tradición, la museología es una “relación específica del hombre con lo real en el contexto museal” (Rusconi, 2002, p.14), entonces ¿qué ha estado en juego desde siempre en esa específica relación?…

Según los puntos reflexionados hasta aquí y en busca de ese lugar originario anunciado al comienzo, pienso: El hombre al nacer abre su existencia individual, y mientras permanece en el tiempo va cambiando, hasta morir…, en ese devenir interrelacionan inexorablemente tres factores: herencia, grupo humano y contexto físico. Tres factores que a modo de círculos concéntricos cada uno se amplía desde lo individual hasta lo universal. Esa apertura que cada ser humano inaugura al nacer es el lugar de su individual permanencia y cambio, es decir, la posibilidad de desarrollar su propia existencia. Y al señalar esto comenzamos a entrar en el lugar fecundo que propongo para la Museología…

Sabemos que todo desarrollo implica de algún modo permanencia y cambio, pero de los textoscitados (la Mesa Redonda de Chile y la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales,  Recomendación 26) deduzco que para que se dé un buen desarrollo, es necesario una dinámica que respetedos momentos o fases distintas, 1ª Fase: el cambio debe nacer y/o discernirse desde el interior de lo que ya existe o permanece (endógeno, toma de conciencia, apropiación crítica); 2ª Fase: el cambio decidido debe poder ejecutarse (acción de la voluntad, realización fáctica de lo discernido en la fase anterior). La falla de cualquiera de estos dos pasos conlleva a un mal desarrollo.

A modo de conclusión (expongo solo tres de las nueve consideraciones finales del documento original):

– Desde ese lugar, la función de la Museología sería la de proponer una apropiación personal y crítica del patrimonio, es decir, brindar a cada persona, en cuanto existencia abierta (el Dasein de Heidegger) la oportunidad de dimensionarse en relación a los tres factores constitutivos de su devenir: su herencia, su grupo humano y su contexto físico.

– La Museología (y sus múltiples formas de praxis, de las cuales “una sola” es el museo) trabajaría en la 1ª Fase de la dinámica propia del desarrollo, no en la segunda, dejando al libre arbitrio de las personas e instituciones la 2ª Fase.

– Dicha apropiación personal y crítica del patrimonio sería la finalidad de la Museología, el sello de lo museológico, y por tanto, criterio para discernir programas, investigaciones, publicaciones, exposiciones, intervenciones artísticas, relaciones con las disciplinas de base y otras, etc.

5. Reflexión final

Nuestras respuestas a los constantes desafíos que la vida nos presenta implican la toma de decisiones, las cuales deben atender a las necesidades y exhortaciones del presente en el que estamos, que siempre es un lugar espacio-temporal (topos) concreto y específico. Pero podemos dar esas respuestas de dos modos generales muy diferentes: simplemente como re-acciones (en cuanto que dichas respuestas obedecen y están condicionadas por los criterios impuestos desde ese lugar externo), o como acciones (en cuanto que han surgido desde un espacio interior que implica distancia entre la exigencia de la realidad y la construcción de nuestra respuesta). Esta distinción de respuestas (entre re-acciones y acciones) no se refiere al ámbito de los resultados que se materializan en la práctica (en el obrar físico), sino al ámbito interno de la inmaterialidad psíquica donde se construyen nuestras respuestas, es decir, la distinción hecha atiende al “modo” de tomar decisiones.[8] En ese lugar interno donde se da nuestra propia interpretación de las necesidades y demandas (donde se construyen nuestras respuestas), pueden a veces existir criterios que no concuerdan con los criterios vigentes que nos llegan desde el lugar externo del cual vienen las demandas y exigencias, por lo que nuestras respuestas a esa realidad estarán fuera de lugar, sin lugar, u-tópicas (respecto de los criterios de la realidad exterior); lo cual no implica que sean erróneas o equivocadas, por el contrario, quizás sean las más convenientes, aunque inesperadas o incómodas.

Teniendo en cuenta lo dicho y aplicándolo al actual desafío de renovar la definición de museo, creo que los diagnósticos locales y el mismo informe de la MDPP son buenos planteamientos y cuestionamientos de la realidad, pero a los cuales se ha respondido simplemente “re-accionando”, no “accionando”. Me da la impresión de que se buscó una definición de museo que respondiera al mayor número posible de las exigencias planteadas y utilizando criterios muy diversos, sin juzgar críticamente si todas esas exigencias y esos criterios eran pertinentes o se ajustaban a lo que el “museo del siglo XXI” tiene para ofrecer desde lo suyo propio y que ninguna otra institución puede brindar. De este modo se propuso, a mi entender, una definición que diluye la institución museo, la profesión del museólogo y la existencia del ICOFOM-Museología.

Creo que es necesario e ineludible responder a la exigencia de renovación desde ese “espacio interno” explicado más arriba, espacio donde se puede tomar distancia de los criterios de exigencias de la realidad (y de los intereses creados) y pueden discernirse desde criterio propios la pertinencia tanto de las demandas como de las respuestas. Creo que el rechazo de la definición propuesta por la Junta del ICOM ha sido por haber sido “construida” en un lugar interno no pertinente, ya que entiendo que el lugar adecuado y legítimamente pertinente es el ICOFOM, pero no como el lugar de iluminados, sino como el Comité donde recae el peso de la responsabilidad institucional de sustentar, discernir y argumentar los criterios y fundamentos de la institución museo, y por supuesto desde un trabajo abierto y colaborativo con Instituciones, Comunidades, Universidades, Áreas Gubernamentales, etc.

De este modo, quizás un proceso distinto al realizado hasta el año pasado pudiera desembocar en una definición más pertinente, que “accione” sobre una realidad que le reclama su atención, realidad que debe ser interpretada con criterios museológicos, que apunten a cuidarla, respetarla y desarrollarla. Y quizás esa definición sea u-tópica en el sentido antes mencionado, es decir, fuera de lugar, inesperada o hasta incómoda según los criterios vigentes en el statu quo. Lo u-tópico es siempre irreal para un presente concreto, pero lleva en su interior indicaciones que señalan un camino. El museo u-tópico de hoy, puede ser el museo real de mañana.

Referencias

Desvallées & Mairesse (2010): Conceptos Claves de Museología. Recuperado de https://icom.museum/es/actividades/investigacion-y-desarrollo/publicaciones/

MDPP (2018): Informe y Recomendaciones para una nueva definición de museo, en: https://icom.museum

Rusconi, N. (2002): “Un análisis integral de la evolución del ICOFOM LAM”, en: Decarolis, N. (2006, Comp): El pensamiento museológico latinoamericano. Córdoba: Editorial Brujas.

Sandahl, J. (2019): Invitación a participar en la nueva definición de museo, mail personal recibido del ICOFOM (8-2-2019).

Sansoni, A. (2018): “18 de mayo, siglo XXI, los museos hacia una nueva definición”, Centro Alétheia, Aportes museológicos. Recuperado de: https://patrimoniocentroaletheia.wordpress.com/

Sansoni, A. (2019): “Un lugar desde donde renovar la Museología”, en Smeds, K.: The Future of Tradition in Museology. Materials for a discussion, ICOFOM, pp. 148-152.

Smeds, K. (2019): Texto provocativo, Simposio ICOFOM, Kioto 2019.

UNESCO (1972): Mesa Redonda de Santiago de Chile. Recuperado de http://www.ibermuseus.org/wp-content/uploads/2014/07/copy_of_declaracao-da-mesa-redonda-de-santiago-do-chile-1972.pdf

UNESCO (1982): Informe Final, Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales. Recuperado de https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000052505_spa


[1] Este punto 2 corresponde a una versión adaptada de: Sansoni, A. (2018): “18 de mayo, siglo XXI, los museos hacia una nueva definición”, disponible en esta misma página (www.patrimoniocentroaletheia.wordpress.com).

[2] La definición que más comparto en líneas generales es la de Norma Rusconi, para quien la Museología investiga la “relación específica del hombre con lo real en el contexto museal”, en: El pensamiento museológico latinoamericano, 2002, p.14.

[3] Fue publicada en la página web del ICOM con el Nº 240.

[4] “…tales valores ameritan ser analizados, y a veces, también rebatidos”, Desvallées & Mairesse: Conceptos claves…, p.69.

[5] ONU 2012: “Rio+20”, Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible.

[6] UNESCO 1982: “Mondiacult”, Conferencia sobre las Políticas Culturales.

[7] Ideas extractadas del documento presentado al ICOFOM en el Encuentro de Kyoto 2019 “Un lugar desde donde renovar la museología”.

[8] El tema es mucho más complejo de lo planteado aquí, pero creo importante lo dicho para ejemplificar nuestro caso. Podríamos seguir precisando que en nuestro interior mismo podemos construir respuestas desde lugares diferentes, es decir, ante una misma exigencia de la realidad podríamos responder de modo visceral, o emotivo, o racional, o espiritual, entre otros.

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